Antiguallas de Cadalso de los Vidrios, Guisando y Escalona. Cartas a un amigo II
Aureliano Fernández-Guerra y Orbe
Aureliano Fernández-Guerra y Orbe. Antiguallas de Cadalso de los Vidrios, Guisando y Escalona. Cartas a un amigo II.- Seminario Pintoresco Español, nº 39, 25 de septiembre de 1853, págs. 308-309
ANTIGUALLAS DE CADALSO-DE-LOS-VIDRIOS, GUISANDO Y ESCALONA
CARTA A UN AMIGO
II
Por fin satisfice, señor D. Juan, la curiosidad de conocer tos toros mas célebres de España: aquellas antiguas piedras de los valientes toros de Guisando, que levantó en peso el caballero de los Espejos, por agradar á su Casildea de Vandalia, empresa (al decir de Cide Hamete Benengeli), mas para encomendarse á ganapanes que á caballeros. Pero si la admirable fábula del mayor ingenio que vieron los pasados siglos y esperan ver los porvenir, hizo famosas tan rudas moles por toda la redondez del mundo, un verdadero y felicísimo suceso de eterna memoria tenia derecho á exigir de los españoles, no solo que pusiesen á salvo de las injurias del tiempo y de la bárbara guerra de carboneros, pastores y gañanes aquellos simulacros, la venta que junto á ellos estuvo, y el monasterio frontero, sino que todo ello defendiesen bronces y mármoles indestructibles. ¿Quién olvida que por Enrique IV y sus magnates fue con juramento aclamada aquí heredera del cetro de Castilla la santa y varonil matrona que en justicia y paz había de gobernar sus reinos, unirlos en uno, de divididos que estaban, acorralaren África á los alarbes, descubrir regiones desconocidas, y dejará los monarcas de la tierra el mas perfecto dechado de todas las virtudes? En este dia (19 de setiembre de 1468), y en este sitio brotó la libertad de España, y por vez primera en el espacio de treinta siglos, de esclava se proclamo señora.
Pero el ánimo padece al contemplar dominando hoy la destrucción por todas partes. Ya no existe la venta de Tablada, en donde se aposentó Isabel (1). Pronto, muy pronto, no existirá el monasterio de gerónimos de Guisando, desde cuyos muros el rey veía llegar á los llanos su hermana la princesa (2). Dos de los cinco toros de piedra berroqueña estan despedazados, y los restantes no tardarán en serlo. ¿Qué mas? Del pueblo de Navahondílla, en la falda del cerro, no queda en pié sino un pedazo de la torre de la iglesia. Mas reprimiendo las reflexiones que á la imaginación agolpan en aquella soledad tanta gloria, tanta ruina y tanto olvido, vengamos á nuestro propósito.
Encuentranse los toros dentro ya de Castilla la Vieja, casi á igual distancia de Talavera, Segovia y Toledo, entre Cebreros y Cadalso, poco mas de media legua al norte de esta población; se apartan al Ocaso una muy corta de la de San Martin de Valdeiglesias; al pié de la asperísima sierra de Guisando (nombre de inflexión goda), junto á la cañada real, donde por ser camino cosario ó cursado (como dice el elegante cronista de los gerónimos), erigieron la memoria de aquellos bultos de piedra.
Si en lo antiguo fueron toros ó elefantes, adhuc sub judice lis est; á mí me parecen lo segundo: en todos hallo el agujero donde se engastaba la cola, no los respectivos á los cuernos, y me seria muy difícil afirmar sí el pié es redondo ó de pezuña hendida. Pero si, como las obras de aquel desalmado pintor Orbaneja, piden un letrero que diga; este es gallo, démosles el nombre con que son conocidos en la historia, el mismo que les dieron Cervantes y los reyes de Castilla. Mas acertada va la opinión que los tiene por obra de romanos, y no de cartagineses, porque en ninguno de los trescientos y tantos monumentos de esta clase que hace dos siglos se contaban en la península, jamás se advirtieron caracteres púnicos, y sí por el contrario inscripciones latinas. (3)
Son de una pieza con el plinto sobre que descansan, y están colocados á este modo:
1 2 3 4
5
Al 1 le falta la espalda. El 2 roto los pies cayó á tierra; pero el 5, ya en el siglo XV, destrozado y partido se confundía con los muchos pedruscos de aquel sitio. Por eso el cronista murciano Diego Rodríguez de Almela hacia los años de 1481 habló únicamente de cuatro toros en su Tratado ó compilación de las batallas campales que son
(1) Fue su sitio muy cerca, y al mediodía de los toros. Estos se hallaban dentro de una viña del bon via de San Martin, propia de los gerónimos, que ha desaparecido. Una bardilla de piedra, de que distan diez pasos, los defiende contra el camino.
(2) No debe confundirse á Guisando, villa del partido de Arenas de San Pedro, con el monasterio de gerónimos de Guisando, enclavado en el partido judicial de San Martin de Valdeiglesias.
(3) Pellicer discurrió sobre ellos en su Borgisthema , o esplicacion de la casa de Borja. Tienen todos estos simulacros figura de elefantes, becerros o javalies, y gozan de celebridad los de Beja, Evora, Ciudad-Rodrigo, Toro, San Felices, Salamanca, Lumbrales, Contiensa, Ledesma, Tordillos, Monleon, Palomares, Avila , Villatoro, San Juan de la Torre, el Berraco, Segovia, Coca, Torralba, el Molar, Guadarrama, Talavera la Vieja, Baños y Segorbe. Eí toro de la puente de Salamanca era nombrado por la inolvidable calabazada del Lazarillo de Tormes. En uno pequeño de Avila se leia esta memoria: á Burriano, hijo de Maolon.
BVRR.
MAOLONIS.
F.
contenidas en las estorias escolásticas é de España. Muchos escritores lo han repetido después: yo mismo, sin embargo, he visto los grandes fragmentos del 5 en la colocación que dejo indicada (1).
Famosas por todo el mundo son las supuestas inscripciones de los simulacros de Guisando, relativas á la guerra de César con los hijos de Pompeyo, fingidas según el testimonio de D. Antonio Agustín por Ciríaco Anconitano. El P. Sigüenza, voto de mayor escepcion en el caso presente, las conceptuaba no muy auténticas; y de ellas jamás en estas moles ha visto nadie el menor rastro. No nace fuerza que en sus cartas inéditas el licenciado Juan Fernandez Franco diga que “Juan Gines de Sepúlveda las vido y leyó con atención” y le remitió un traslado, porque es indudable que lo que hubo de ver este fueron las tablas enceradas, con los caprichosos letreros, colocadas en la hospedería del convento desde mediados del siglo XVI, para cebar la curiosidad de los viajeros y hacer renombrados aquellos montes.
Hay discordancia en el paraje donde estaban esculpidas las inscripciones. Quién dice que se hallaban en las ancas de los toros; quién que en los costados; quién que en los plintos. Todo es falso. Pero no puedo resistir á la tentación de trasladarlas á esta carta en nuestro vulgar romance:
1.
Desbaratados aquí en los campos de Baza
los hijos del Gran Pompeyo, Sexto y Gneo,
feneció en gran parte la guerra de César y de la patria.
2.
Al cónsul Cecilio Mételo
dos veces vencedor.
3.
El ejército vencedor,
rotos los enemigos.
5.
En honra de Lucio Porcio,
que administró escelentemente la provincia,
pusieron este monumento
los pueblos Batestanos.
Compadeciéndose mal tales memorias con los montes de Castilla la Vieja, forjaron algunos geógrafos por aqui una región Batestana con su capital Bateste, y soñaron ciertos historiadores, entre ellos el arcediano D. Lorenzo Padilla, que después de la jornada de Guadalete, el príncipe moro Abenyuzaf tomó carros é ingenios, y arrancando con su ejército de los campos de Ronda, llevó estos simulacros hasta donde había plantado sus triunfadores estandartes. Doctos varones creyeron la fábula, que es fácil de engañar el hombre verídico, y por lo menos logran siempre convertir la historia en un caos los traficantes en mentiras.
(1) Entra el primero y el segundo hay 6 piés de distancia; pero entre caja uno de los otros dos media la de 13. La altura del que va dibujado al frente de esta carta, es de 6 pies, sin hacer mérito del zócalo; el largo, desde mitad de la frente á la cola, 10 pies 6 pulgadas; el grueso de esta mole 11 pies 5 pulgadas.
Sin embargo existe, y existirá mientras la piedra, una inscripción legitima, entallada en el costado derecho del 4 toro con buril muy profundo, para desarrebozar las imposturas del Anconitano; empero valiéndose de inexacta copia, Morales y Mariana la interpretaron mal. Hé aqui su sentido:
4.
Longino puso esta memoria
á Prisco Caleció, su padre.
No es fácil averiguar el destino que tuvieron estos monumentos en su origen. Parece lo menos aventurado suponerlos piedras terminales de regiones ó provincias, y pudiera sospecharse fueron erigidos en el sétimo consulado de Augusto (727 años de Roma, 27 antes de Cristo), cuando se reformó la división del hispano territorio. Acomodada á la civil la de los obispados, y conservando fielmente la Iglesia los estatutos antiguos, hallamos para afirmar semejante opinión datos muy apreciables en la circunstancia de concurrir en estos sitios los confines de las diócesis de Toledo, Avila y Segovia, y en remotísimos tiempos los límites de las regiones de los carpentanos y vettones, vaceos y arevacos. Durante la república también pasaba por aqui la linca que dividía la España ulterior y citerior y las provincias Bética, Tarraconense y Lusitana, y de ello nos ha quedado memoria en una piedra que cita Masdeu, la cual estaba seis leguas al Norte en el puerto de la Palomera, con tales palabras:
Hic est Tarraco et non Lusitania.
Hic est Lusitania et non Tarraco.
Todo pues conspira á estimar como términos de espresadas regiones y provincias los renombrados toros de Guisando.
Puestos en una estensa llanura tienen al cierzo las montañas de Avila; á cuya parte convirtiendo la vista, hallamos que durante la dominación romana se acercaban los vaceos hasta las viñas de Tiemblo por el N. N. O., y de allí se estendian por todo el Norte los arevacos. La vega y población de San Martin de Valdeiglesias al Oriente, y al Mediodía las siempre verdes cumbres de Cadalso con su Peña-Muñana, el arroyo de Tórtolas y el puente que divide ambas Castillas, estaban enclavados en el limite setentrional de la Carpentania, y juntamente los toros. Miran estos al Ocaso, donde á un tiro de fusil descuella el monasterio y la Sierra de Guisando, la cual pertenecía á los pueblos vettones en aquellas edades primitivas.
Está vestida en todo tiempo de gran hermosura y variedad de plantas, entapizándola robles, acebos, pinos, jaras, yedras, cipreses y laureles, y otras mil diferencias de silvestres árboles. En el siglo XIV, reinando Alfonso XI el de las Aljeciras, se acogieron á unas cuevas que la naturaleza concertó y dispuso para la vida contemplativa á la mitad de aquellas asperezas casi inaccesibles, cuatro ermitaños de los que vinieron de Italia y se estendieron por todo el reino toledano, muerto el senense fray Tomás Sucho, el cual los había encaminado á la soledad de las selvas. Cuevas y gran pedazo del monte eran propios de Doña Juana Fernandez, aya de la reina Doña Juana Manuel, que noticiosa de la santidad de los huéspedes, les dio aquella parte de sierra, en cuyos poyatos levantaron un claustro y un pequeño templo. Tal principio tuvo el tercer monasterio de Gerónimos de Castilla, erigido al fin en 1375 por fray Pedro Fernandez
Pecha con autoridad apostólica. A la sazón se componía la comunidad de treinta religiosos, y fue electo primer prior fray Alonso Rodríguez de Biedma, varón de ejemplares costumbres. Merced á la protección de D. Juan I, quedó en poder de los Gerónimos todo el pinar y monte por la suma de 14,000 maravedís: hacienda propia de dos hermanos de Avila, y que por adquirirla habían pujado los Bernardos de S. Martin de Valdeiglesias. Entonces se tomaron y encañaron las aguas, y á la fertilidad del terreno se añadieron las ventajas del cultivo que convirtió aquel paraje en una selva encantada. Rotos y cegados hoy los arcaduces, y obstruidos por las raices de los árboles, el agua no salta ya ni cae en hilos por los peñascos poblándolos de frutales; el hacha trunca pinos y robles; y algún fuego, desgracia cotidiana de nuestros montes, hará de aquellos sitios un páramo lastimoso.
Años adelante el obispo de Burgos D. Alonso de Fonseca ayudó con 30,000 maravedís á los Gerónimos para que levantasen mejor claustro en otro poyo mas bajo de la cuesta; pero incendiado el pinar en 1519, y devorado por las llamas el monasterio, se edificó de nuevo utilizando algo de lo que pudo salvarse. En esta ocasión le fueron insignes bienhechores los marqueses de Villena, la iglesia y el obispo de Avila, y juntamente Felipe II; pudiendo las artes ostentar todavía mucho de las galas con que se ataviaron en aquel siglo de ingenio y de saber. El P. Sigüenza encarece como de lo bueno que entonces adquirió el monasterio las pinturas del monje Juan Correa, cuyo nombre y estado no llegaron á noticia del diligentísimo Cea Bcrmudez; grande ocasión para lucirme yo con esta noticia cogida al vuelo, si V., señor canónigo, no levantase la consideración á cosas y ocupaciones mas altas. Salud, etc.
27 de julio.
AURELIANO FERNANDEZ-GUERRA Y ORBE