Antigüedades españolas. Toros de Guisando

Antigüedades españolas. Toros de Guisando. El. Periódico universal, Tomo II, marzo de 1846, páginas 55-58

A un cuarto de legua del ex-Monastcrio de Guisando, de la orden de San Gerónimo, situado en una de las faldas de la sierra de Guadarrama á la izquierda del camino real, que desde la villa de Cadahalso se dirige á la ciudad de Avila, existen dentro de la cerca de una viña á unos veinte y cinco pasos de la derecha del mismo camino y mirando al poniente, cuatro grandes toros de piedra berroqueña, de construcción tosca y grosera; que se han llamado de Guisando, por estar á las inmediaciones y en propiedad de este Monasterio. Tiene cada toro seis palmos y medio de altura, desde el plinto, que solo conservan dos, hasta el lomo; doce de longitud desde la cabeza al anca, y cuatro de anchura en el lomo; no tienen cuernos y solamente el cuarto tiene cola. El tercero está caido al suelo y hendido en dos partes, en la forma que se vé al principio. Antes de ocuparnos de las opiniones que hay acerca de su origen, examinemos si estas masas de piedra tan mal esculpidas son toros, como creemos, ó elefantes, como Ambrosio de Morales y algunos escritores modernos aseguran. Como el resolver esta cuestión pende todo de la vista, procuraremos hacerlo nosotros en la manera que nos es posible. Este grabado es el del cuarto toro, que es de los cuatro el que está mas á la parte del medio dia y el que se conserva en mejor estado. Compárese este con un elefante, y dígase después si pertenecen ó no al género bobino. La pezuña, que en todos se ha conservado perfectamente, está dividida en dos partes, y la pata de los elefantes es redonda y consta de cinco dedos con sus correspondientes uñas. La cabeza, el cuello, los lomos y cola, cualquiera que sea la injuria que en ellos ha hecho el tiempo, deciden completamente la cuestión á favor de nuestra opinión. Los anticuarios no están conformes acerca del origen de estos monumentos, que indudablemente son romanos, Diego Rodríguez de Amella, fué el que primeramente se ocupó de ellos en su. Compilación de las batallas campales; obra que concluyó el año 1481. Dice al describir la batalla 22 de su segunda parte: “Que después que Scipion el joven volvió á Roma , y después de su muerte, los españoles se revelaron contra los romanos , que por esta razón enviaron á un Capitán llamado Guisando, que habiendo peleado contra les españoles en tierra de Toledo, y cerca del lugar llamado Cadahalso, y habiéndoles vencido, hizo, para memoria de esta vicloria, cuatro estatuas de piedra á manera de toros, á quien en su tiempo daban el nombre de Guisando.”

Mayans, que examinó este libro, dice que al leer esta especie no pudo contener la risa, viendo que el nombre de Guisando, de índole verdaderamente gótica, quería aplicarlo Amella á un capitán romano. Solo sirve la relación de este para fijar el número de toros; que algunos escritores dicen ser cinco, alguno que tres y los que los han visitado, conforme con la tradiccion antigua del Monasterio, dicen que cuatro, que son los que existen actualmentc. Dicen otros, y es la opinión que mas autorizada entre los historiadores, que fueron dedicados en memoria de la batalla de Munda, en que peleando César, no por su gloria, sino por su vida, como él mismo dice, derrotó completamente á los hijos de Pompcyo. Otros, que fueron erigidos para perpetuar el triunfo que Mételo consiguió 74 años antes de Jesucristo sobre las tropas de Hirluleyo, Capitán de Sertorio, batalla que dice Morales fué dada entre Cáceres y Medellin y el P. Mariana cerca de Itálica. No falta, por último, quien opine fueron puestos en donde están por los cartagineses á su paso por allí. El fundamento de la opinión de haber sido erigidos en memoria de la célebre batalla de Munda, única que merece nos detengamos en refutar, estriba en unas inscripciones que se dice existieron grabadas en los mismos toros, dé las cuales tan solo vemos una, que ninguna conexión tienen con este notable acontecimiento que decidió de la suerte de la República. En la celda prioral de Guisando habia colgada una tabla en que se trascribían cinco inscripciones, que según la tradiccion que se conservaba en el Monasterio, fueron sacadas en planchas de cera, por Antonio de Nebrija y un cronista de la Reina Doña Isabel, por su orden en atencion á haber sido en el campo donde están los toros jurada Princesa y sucesora de estos Reinos el lunes 10 de Setiembre de 1468.

Estas son las inscripciones: 

Bellum Cӕsaris Et. Patriæ 

Ex Magna. Parte Hic Confectum. 

Sexto et Cneo, Magni Pompeii Filiis 

Hic. In Agro Batistanorum Profligatis 

2ª 

Longinus Prisco Caletio 

Et::::: Patrí F. C. 

Cecilio Melello Consuli. 

II Victori. 

Exercitus Víctor 

Hostibus Effusís. 

Lucio Portío ob Províntiam 

Optime admínistratam 

Batcstaní Populí. F. G. 

La primera inscripción que dicen era del primer toro, indica haberse colocado después de haber sido vencidos los hijos de Pompeyo en el campo Bastitano. La cuarta que Juan Fernandez Franco dice ser del tercer toro, que es el que está caído en tierra, puede aludir asi á esta victoria como á otra cualquiera. La quinta, que el mismo anticuario dice ser del quinto toro, es una dedicación hecha por los pueblos Bastitanos en memoria del buen gobierno de Lucio Porcío, que á lo que aparece debía ser su Pretor.

Los escritores no convienen tampoco acerca del sitio en que los toros tenían grabadas las inscripciones; quien dice estaban al costado derecho, quien en ambos lados, y alguno, como Cean, en el plinto, bien que este lo asegura con desconfianza y haciendo referencia á otros. Solo existe una inscripción y esta está al costado del segundo toro, como veremos después. Las inscripciones de que hablan, que son las que existían copiadas cu el Monasterio de Guisando, son supuestas y fingidas. Esta opinión tiene en su apoyo el testimonio del sabio antícuario D. Antonio Agustín, Arzobispo de Tarragona, que dice lo fueron por Ciríaco Anconitano. Ya fuese este ó ya otro cualquiera su inventor, dio muestras de ignorar nuestra geografía antigua. En la España romana habia dos regiones con el nombre de Bastitania, la una pertneciente al convento jurídico de Cartagena, y la otra al Hispalense; la una en la Bélica y la otra en la Celtiberia, y el sitio que ocupan los toros es el mismo en que Estrabon coloca á los Vettones ó Bectonnes que confinaban con los Carpentanos. La batalla en que fueron rotos y vencidos los hijos de Pompeyo no fué en el campo de los Bectones, no fué en la Carpentania, no fué tampoco en la Munda Bética como prueba el señor Cortés en su diccionario de la España antigua; sino en la Munda Celtibera Bastitana, que cree fuese cerca de Montiel. Este mismo escritor cree que las inscripciones de los toros fueron fingidas por un fraile ignorante. Elevado este monumento en Munda al vencedor de los hijos de Pompeyo ¿cómo es que se encuentra ahora en el campo de los Bectones á tanta distancia del sitio de la célebre batalla que terminó la guerra civil de la República? Esta pregunta no dejó de hacer fuerza á algún escritor, que no encontrando cosa razonable que contestar dio vuelo á su imaginación y creyó encontrar salida diciendo: “que Aben Inza, Principe moro, viniendo en la destrucción de España por Tarifa y por Andalucia vio esta memoria y que para mostrar su grandeza, tomó en carros y en ingenios los toros de piedra para memoria y los puso en donde hoy se hallan.” De estrañar es que el erudito D. Nicolás Antonio diga Censura de las historias fabulosas libro 6, capítulo 3, página 308, “que sino este moro, es forzoso fuese otro el que pasase estas antiguallas del sitio antiguo al que hoy tienen en Castilla”. Como sino pudieran haberse construido y colocado desde luego en el sitio que ocupan, y no pudieran haberse fingido las inscripciones que se dice tuvieron en sus costados los referidos toros, que por cierto dice el mismo escritor ser cinco. Esto prueba que tomó estas noticias de otros que como él nunca vieron los campos de Guisando. La piedra berroqueña tan abundante en este sitio, está diciendo ser la misma que la de estos monumentos. Otra razón tenemos para creer no existieron las inscripciones de que hemos hecho mención, y que el segundo toro, cuyo exacto diseño ven nuestros lectores, tiene la inscripción en el lado derecho abierta á cincel y tan profundamente, que dá indicios de que si hubiesen existido las demás se conservarian mucho mejor que en este, que por estar algo mas al norte debe sufrir mas las injurias del temporal. Dice esta inscripción. 

LONG. INVS. 

PRISCO CALA 

ETI:::PATRI. F. C. 

Unos traducen Longino á Prisco Cesenio procuró se elevase. Otros que Longino le dedica á Prisco Galecio ó Caleció y á la patria. Para probar que las personas de que habla el monumento se encontraron en Munda el dia de la batalla, dan tormento á su imaginación y á algunos testos de los historiadores antiguos, como si antes y después de ella no se encontrasen otros del mismo nombre, que ejerciesen mandos importantes en las legiones Romanas. Quede pues sentado, que no existe dato alguno que nos pruebe, que estos antiguos monumentos se erigieron en honor de los vencedores de Munda: que las inscripciones que pudieran probarlo son supuestas y fingidas; y que la traslación desde el sitio de la batalla al que se encuentran en el dia está destituido de fundamento y ademas es de todo punto improbable. Sin puntos de donde partir para inquirir cual fué la causa que los antiguos tuvieron para erigir estas memorias, no podemos decir con seguridad, si serian el trofeo erigido en memoria de alguna victoria obtenida en el campo Batretano, aunque nada dicen los historiadores; si representarían la agricultura que tanto honraban los Romanos, ó si serian emblema de algún Municipio; aunque no existen ruinas de población antigua; ó si serian señal de términos, opinión á que nos inclinamos corroborados con el testimonio de un español muy erudito que los visitó en 1781, juntamente con D. José Jáuregui, maestro del Infante D. Antonio. No hemos podido averiguar su nombre; pero sea quien fuere, los apuntes que escribió denotan una vasta instrucción en nuestra geografía é historia antigua. Opina que los bustos de piedra son elefantes, opinión que creemos haber resuelto de un modo práctico. Dice este sabio viajero, que se erigieron estas estatuas elefánticas para fijación de limites. Cualquiera, añade, que estando en ellas estienda los brazos una vara ó poco mas y mire al dicho poniente brumal verá, que todo el ámbito de terreno que corresponde á la línea que describe la estension de los brazos comprende precisamente á la España ulterior; y cuanto queda á su espalda y detrás de sus brazos pertenece á la citerior. Y estendiendo el brazo otro poco mas, de forma, que el sugeto se ponga casi en cruz, entonces la linea de la izquierda hasta la estension de una vara á la derecha, comprende justamente la Bética; y la línea desde acá hasta la mayor estension de la derecha, la Lusitana; y cuanto resta por la espalda entre las dos manos, abraza la Tarraconense. Esto se hace también evidente sin mas diligencia, que contemplar el mapa de la España antigua formado por D. Juan López sobre Estrabon, en donde se ve correr la división de ella en dos por el mismo sitio de los elefantes; y el que colocado en él dirija sus lineas visuales sobre Urci ó Vera, y el Promontorio sacro ó cabo de San Vicente, formará una pirámide plana ó un triángulo, cuyas líneas encerraban la Bética; caminando de medio día á norte por el ocaso de Vera, Jaén, Ciudad Real, campos Oretanos, Toledo y Escalona de Alberche á nuestros elefantes; y del poniente brumal á los mismos por Guadiana, Merida , puente del Arzobispo, Talavera de la Reina y el ramal menciunado que sale de ellos: en una palabra, la Bética por lo menos en algún tiempo subió unas diez leguas sobre el Tajo á septentrión. El propio sitio de los elefantes era limítrofe á los Vettones, Arevacos, Vacceos y Carpentanos. Estos tenían aquí su fin septentrional que caminaba hacia el E. por aquella cordillera de montes, que se une con los del Escorial, Guadarrama etc. y conservaron su nombre por lo menos hasta el siglo XI; y cinco leguas de dicho punto estaba la famosa Mantua Carpentanorum si es, como quieren alguno?, la llamada hoy Villamanta. Los Arevacos por N. E. tocaban hasta las viñas de el Tiemblo y los Vaceos por N. N. O. hasta el pozo de la nieve y montes de Guisando y las mismas viñas del Tiemblo; y por el mismo hecho confinaban aquí la Bética, Lusitanía y España Tarraconense casi del propio modo, que actualmente confinan las diócesis de Toledo, Avila y Segovia. A menos de seis leguas de distancia de los elefantes al N. de ellos y frente á frente está el puerto de la Palomera, en la cual se puso, segun Masdeu la inscripción, que entre las suyas es la del número 813, y dice: Hic est Tarraco et non Lusitanía; =Híc est Lusitanía el non Tarraco. En Segovia, Avila, Munochas, Palomares, Coca, el Berraco, Víllatoro, S. Juan de la Torre, Ledesma, Cotiensa. Ciudad Rodrigo, S. Felices, Lumbrales, Monleon, Toro, Guadarrama, el Molar y en varios otros puntos de España se encuentran de esta clase de monumentos representando elefantes, toros y jabalíes. 

En el pretil del puente romano de Salamanca existía un toro, que en el año de 1834 mandó derribar Don José María Cambronero, Gobernador civil de la provincia por suponer haber sido puesto allí de órden del Rey D. Carlos I, como un padrón de ingnominia, por haber tomado aquella ciudad parte en las Comunidades de Castilla. Esta órden se hizo estensiva á otros monumentos semejantes que existían en diversos puntos de la provincia, á pesar de las manifestaciones de personas ilustradas que le dijeron existían desde muy antiguo y á pesar también de lo que D. Benito Maestre escribió acerca de los mismos en los periódicos de aquel tiempo, probando con suma erudicion su origen romano. El señor Cambronero nada oyó, nada escuchó, y estos monumentos, ya que por su gran mole no podían ser fácilmente destruidos, fueron bárbaramente mutilados.