Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, 1 de noviembre de 1834, número 123, página 570

Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, Sabado 1 de noviembre de 1834, número 123, páginas 567 y 570

Página 570 COMUNICADO

¿Vé V., señor editor como es muy bueno para ilustrarse, y que los sábios aprendan de los que lo son mas, el poner notas á los artículos comunicados? ¿Cuándo hubierámos sabido que lo que no pudieron descifrar tantos hombres que tuvieron fama de eruditos, lo hayan puesto en claro con una plumada, y ofrecido poner en mas el señor don J. A.? En efecto, hasta ahora Ambrosio Morales, Cobarrubias, Mendoza, Gil González Dávila, Mendez Silva, el conde Mora, don Lorenzo Padilla, Beuter, Florez, Mendez y otra infinidad mas estaban dudosos si las figuras que se encontraban en grande número en las provincias de Avila, Segovia, Salamanca y otras, habiendo solo en las tres primeras, á mediados del siglo XVII sesenta y tres, y una de ellas la de nuestro Contiensa, lo eran de toros ó de elefantes; pero á ninguno se le pasó por la imaginación que fuesen verracos, como el señor don J. A. dice: pero supuesto que el señor curo lo dice estudiado se lo tiene, y debe creérsele por su palabra y callar como manda; mas como yo soy un poco angosto de gaznate no puedo tragarlas sino muy mascadas, y así quisiera que, supuesto tiró el guante, y ofrece magistralmente hacernos ver el origen de semejantes monumentos de oprobio, que se tomase lal molestia de hacerlo y sacarnos de esta duda; creyendo de la ilustración que manifiesta que no se nos vendrá con la paparrucha de que tal figura fue un padron de ignominia puesto á los comuneros de Villalar como piensan lo que creen en consejas ni tampoco con los delirios con que Ozaeta, Otalora y el P. Henao calificaron otras figuras semejantes que se encuentran en Durango, Urache, Mañaria, Momoitio, Ayura, Irure, Congoitia y otros puntos de la merindad de Durango, diciendo lo eran del idolo de Miqueldi. Pero para que nos cansamos; supuesto que el señor don J. A. nos lo ofrece será muy hombre para hacerlo, y tambien para manifestarnos la analogía que tiene un cerdo con una horca ó una argolla. En cuanto á la estocada mortal que dice dió al cerdoso, no fue mala, pues acabó con él muy pronto, mas se la dió muy baja, rompiéndole las cuatro piernas á un tiempo. ¡He aquí un  modo nuevo de matar que no conoció Pepeillo!

En lo que tiene razon el señor don J. A. es en decir que el propietario del verraco no dió muestras de pesar cuando le notificaron la sentencia san Martiniega (recoja V. el terminillo) de su propiedad, pues esta yá se hallaba en sal cuando lo supo.

Basta por hoy, señor editor, y hasta que conteste el señor don J. A., como lo espera para envidar el resto que tiene reservado este su afectísimo S. S. Q. S. M- B. = E. V. D. R.