Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, 22 de noviembre de 1834, número 129

Boletín Oficial de la Provincia de Salamanca, Sabado 22 de noviembre de 1834, número 129, páginas 593, 594 y 595

Páginas 594-595. PARTE NO OFICIAL

De Segovia nos remiten el artículo siguiente.

He visto los números 119 y 122 del de Salamanca, y en ellos los comunicados acerca de la destrucción del llamado Toro de Piedra del puente de Salamanca. Y en verdad que entrambos artículos me han incomodado, como sucedería a todos los que tengan en estimación las preciosas memorias de nuestra remota antigüedad: el primero por la inconsiderada mutilación, que acaba de hacerse de dicho monumento; y el segundo por el sprecio y casi abominación, que de él y del de Contiensa hace don J. A., llamándoles Verracos, y suponiendo; estos monumentos de escandaloso oprobio, como las horcas, las argollas, &c. Yo estoy muy distante de pensar así: creo, que estas antiquísimas figuras nada tienen que ver con los afrentosos espantajos del feudalismo; y al contrario, que son signos ilustres de épocas memorables, mas dignas de conocerse de lo que comúnmente se piensa. Quisiera sin embargo, que el Sr. A. nos hiciese ver, segun ofrece, el origen oprobioso de tales monumentos. Entre tanto me permitirá, que yo diga, por si conveniese evitar la propagación de errores de esta especie: que habiendo sido la mayor parte de la España formalmente céltica, estos animales de piedra, à los que debe llamarse Cerdos sencillamente, y que se ven en tantos puntos de la Península septentrional y occidental, eran los signos y como el símbolo de la nacion celtica. Así lo dicen los sabios de Trevoux, explicando varias medallas, que contienen la figura de este animal, atribuyendo la elección de dicho signo tal vez à la alusion del gran comercio de cerdos que los Celtas hacían. Lo cierto és, que todas las naciones antiguas se distinguían cada una por un animal que escogían para su simbolo nacional. Lo mismo hicieron nuestros caballeros de los siglos medios hasta que la ciencia heráldica sobrecargó los cuarteles de sus escudos de mil baratijas. M. Vaillant en sus Familias Romanas dice, que los Españoles antiguos ponían un jovalí en sus signos militares, que de los Españoles lo tomaron los Romanos, y vinieron à gravarlo en los denarios: opina que nuestros progenitores habrían adoptado este animal en honor de Hercules á quien veneraban. Lo cierto és, que estos monumentos, sean absolutamente de los Celtas, ó tambien de los Fenicios y Cartagineses, que dominaron y trillaron en cierto tiempo toda la península, á pesar de la opinion de nuestros historiadores orientales y meridionales, nos sirven de un recuerdo noble (y no de oprobio) porque nos descubren un origen de civilización, y no de la barbarie con la que han pintado los feroces Romanos á los pueblos que mas les han resistido, y de los que robaban inmensas riquezas, y entre ellas coronas, collares y brazaletes de oro, de que tanto usaban los Celtas, para hacer poderosos à los pobres Lacutos y à otros ambrientos asoladores. Es pues tan digno de lastima el artículo del número 122 como la destruccion de los cerdos de Salamanca y Contiensa. Estos mismos cerdos los hay aqui en esta ciudad de Segovia bien copiados aunque no manifestado suficientemente su orígen, en la excelente obra que de sus antigüedades, y en especial de su venerable acueducto escribió el sabio Canónigo Somorrostro. ¡Ojala que la Academia de la Historia llamase la atencion del Gobierno para que hiciese respetar y conservar estos y otros curiosos monumentos de la antigüedad, sacándolas de lugares impropios y oscuros, y colocándolos en elegantes grupos en los publicos paseos. 

Sírvase V. insertar esta observacion en su útil periódico, por si hace algun servicio á la verdad histórica; ó al menos o al menos para determinar al Sr. Articulista de Salamanca á que nos descubra el recóndita: oprobio, que tienen consigo tales figuras, que por otro lado casi generalmente, pero sin ninguna razon, se les llama Toros; y si fuese justo, reformaremos nuestro juicio, en vez de dolernos de la pérdida de los que cremos testimonios fieles de la historia antigua, y señales características de los pueblos que se han perdido en la noche de los tiempos.