El País Vasco, su lengua, el príncipe Luis Luciano Bonaparte
Miguel Rodríguez-Ferrer
Miguel Rodríguez-Ferrer. El País Vasco, su lengua, el príncipe Luis Luciano Bonaparte. Revista de España. Quinto año. Tomo XXIX, nº 29, noviembre y diciembre, Madrid, 1872, Páginas 199-220
Páginas 204-205
No son las provincias Vascongadas, cual otras muchas de nuestra patria, las que más ostentan esos numerosos y variados monumentos, como lápidas miliarias, de los diferentes pueblos y civilizaciones que han ido pasando por su suelo: pero los pocos que en ellas se advierten no son menos singulares, y suplen con su extrañeza, su número y variación. Ya en otras páginas (1) he llamado la atención pública sobre un monumento megalítico que admiré un dia en Vizcaya, y que es sin duda el más remoto y extraordinario menhir que puede presentar España sobre todos los que ofrece la Bretaña, ya alineados, ya en círculo (cromlech) de los que se diferencia por su colosal grandeza y por estar formado de tres piedras, cuando aquellos no ofrecen sino una sola. No se encuentra en este monumento signo jeroglifico alguno que ilustrarnos pueda en nuestro intento; pero su ruda grandeza no deje de tener consonancia con la misteriosa y remota raza que ha venido ocupando este vascongado suelo (2).
(2) Este pueblo en tan retirados tiempos debió tener por culto la adoración de las grandes fuerzas de la naturaleza(sarnausi) y tal vez pudo representarlas este gigantesco monumento, como adorarían al sol y la luna, que son sin duda los astros que más puede contemplar y admirar la pequenez humana, cuanto más, el hombre de las selvas. Respecto á la adoración de esta misma naturaleza, véase el parecer eruditísimo de mi amigo el Sr. Amador de los Rios en sus Estudios monumentales y arqueológicos en lo que se refiere al conmemorado Ídolo de Miqueldi, mucho más posterior y ya famoso por las encontradas afirmaciones á que ha dado lugar hasta nuestros propios dias. Respecto á la luna, véase lo que dice el príncipe L. L. B en la nota que copio de un opúsculo suyo en una de las páginas de este escrito. Respecto á algunos de los nombres que formaba el politeísmo de la teogonia vasca, véase la obra de Moncaut, Historia de los pueblos y de los Estados de los Pirineos, Francia y España. Es innegable sin embargo, que adoraron a un Ser Todopoderoso á al Dios y Señor de lo alto (cuya creencia tanto le facilitó después la cristiana), y al que, según el Libro de Santoña “festejaban la noche del plenilunio con danzas y coros de bien unidas voces, cada familia á la puerta de su casa.” Pero es cosa averiguada también, que adoraban al trueno, al rayo, á los rios y fuentes, á las montañas, y que cortando á los cautivos las manos derechas, consagrábanlas á sus dioses tutelares, según el Sr. F. Guerra.
Miguel Rodríguez-Ferrer
(La continuación en el próximo número)