Munda Pompeiana

José y Manuel Oliver Hurtado

José y Manuel Oliver Hurtado. (José, 1875-1886) (Manuel, 1820-1888). Munda Pompeiana. Memoria premiada por voto unánime de la Real Academia de la Historia en el concurso de 1860. Madrid. Imprenta de Manuel Galiano. Plaza de los Ministerios, 3, 1861.

Página 211 y ss.

“Libro segundo. Inscripciones y medallas

Capítulo I.- Inscripciones de los Toros de Guisando

Como uno de aquellos engendros que produjo el raro empeño habido dentro y fuera de España, en prestar antiquísima celebridad á todos los pueblos y lugares, desde que comenzó la época del renacimiento, debemos considerar los afamados letreros de los llamados Toros de Guisando, ó sean los informes moles que se hallan junto á las ruinas del monaterio y al pie de la sierra del mismo nombre, entre Cebreros y Cadalso, poco más de media legua al Norte de esta población, en el partido judicial de San Martín de Valdeiglesias, dentro del término de Castilla la Vieja, que confina por esta parte con la Nueva. (1)

  1. Aún antes de ser generalmente conocidas, formaban parte las citadas inscripciones de los siguientes códices extranjeros, de que debemos noticia al Dr. Emil Hübner. En el Codice Vaticano 6009 se hallan al número 160, con la cita de Metello y Tavera, y en el 6037 á los números 80, 81, 82 y 83. En el códige llamado Reginense por haber pertenecido a la Reina Cristina de Suecia, núm. 949, también en la biblioteca Vaticana, está á la página 72 la inscripción que principia BELLUM CÆSARIS,  etc… y es la única de las de Guisando que interesa a nuestro objeto, por cita del médico, al parecer de Talavera, Damiano Roderico, que asegura haberla visto. 

Dio ya noticia de estos epígrafes el también supuesto coronista de la célebre Reina Católica, Pedro Medina, en su libro de Las grandezas y cosas memorables de España (1). Después, trascribiólos Pedro Anton Beuther en su Primera parte de la Corónica general de toda España. (2) Ambrosio de Morales, aún cuando bien dudoso de la legitimidad de tales letreros, y observando que es mucho de espantar lo que dice uno de los Toros de Guisando, de que allí se acabase la guerra entre Cesar y los hijos de Pompeio, puso en su Corónica lo que afirmaba que aquel tenía escrito (3), copiando á continuación las no menos falsas inscripciones de Cáparra. Alusivas á personajes y sucesos inventados con referencia á esta guera, é indicando ser de aquellas de Ciriaco Anconitano.

El licenciado Juan Fernández Franco halló también dificultades en admitir lo que expresaban los letreros de los famosos Toros; sin embargo de decir, hablando de ellos en su Memoria de antigüedades (4): “Diómelos el doctor Sepulveda, y los vidó y leyó con atención”. Pero es lo cierto, que á pesar de esta aseguranza, y la de otros muchos que dan a entender la realidad de tales inscripciones (5), aún cuando no aciertan á

  1. Ped. de Med. Libro de las Grand. de Esp., cap. 80, fól. 88 vuelto
  2. Ped. Ant. Beut. Corón. Gen. de Esp., lib. 1, cap. 23
  3. Amb. de Mor. Corón. lib. 8,capitulo 48 
  4. Franc. Mem. de Ant., MS. de la Real Acad. de la Historia 
  5. El célebre Nicolás Antonio no se desdeñó de reproducirlas en su Censura de Historias Fabulosas, y no atreviéndose á calificarlas de apócrifas, más bien se inclinó á creer que aquellos toros fueran trasladados del Andalucia al sitio que hoy ocupan, por Aben-Juza, ú otro príncipe moro, en la destrucción de España en tiempo de D. Rodrigo. “Yo hallé (escribe el referido Nicolás Antonio) entre los papeles y libros del Mariscal de Alcalá, un manuscrito de inscripciones romanas y de algunos pueblos de Andalucia, recogidas por un hombre curioso y entendido en antigüedades, dedicado al Señor que entonces era de la villa de Lucena, en tiempo del Emperador don Cárlos, que es cuando parece que se escribió. Allí pone las destos cinco toros, y dice que Aben-Juza……………, viniendo por Tarifa y de allí por Andalucia, vió esta memoria : y como dicen algunos historiadores por mostrar sus grandezas, tomó en carros y en ingenios los toros de piedra, y llevólos con su ejercito para memoria hasta que los puso donde hoy se hallan”(Censura de Hist. Fab., lib. 6, capitulo 3, pág. 309). Esto mismo cuenta el licenciado Franco (á cuyo cuaderno de inscripciones hace aquí relaciones), refiriéndose a D. Lorenzo de Padilla, varon docto y cronista, quien le dijo lo había leído en una Historia. (Franc. MS. antes citado de la Real Acad.). Igual conseja hemos leído también en la Historia MS. de Antequera por el P. Cabrera. Ponz en su Viaje de España asegura haber reconocido los toros; pero por lo que añade de que “con dificultad se lee alguna letra de las antigüas inscripciones” (Viaje de España, tomo II, pág. 271), se conoce que no vió ni aún la única que hay, que es la del cuarto toro. La autoridad de Conca, quien asevera lo mismo que Ponz, en su Descrizione Odepórica della Spagna, tomo II, pág. 171, nada añade á la del viajero español, porque aquel no vino a España, como lo hace presumir el fastuoso título de su obra, la cual remitió al mismo Ponz, para que la examinase; y así es que hasta copia sus propias palabras en este pasaje al escritor italiano. El abate Masdeu demostró en este punto bien poca crítica, pués no solo tiene por verdaderas tales inscripciones, sino que pretende satisfacer la dificultad que algunos escritores habían propuesto de que cinco toros de semejante proporciones fuesen llevados á tantas leguas de distancia (Historia Crítica, tomo IV, pág. 532). El distinguido historiador de las provincias granadinas, después de hablar de la famosa inscripción, concluye diciendo: “Así creemos que los toros de Guisando son una antigualla de origen desconocido y de forma enigmática” (Lafuente Alcantara, Hist. de Gran., tom. I, pág. 124, nota 1)                           

explicarlas en aquel paraje, ni a fijar la parte en que los indicados simulacros de piedra las tuviesen escritas, jamás han existido aquellas gravadas en ninguno destos, según el insigne testimonio que de ello nos ofrece el Sr. D. A. Fernández Guerra, en la segunda de sus Cartas a un amigo sobre las antiguallas de Cadalso de los Vidrios, Guisando y Escalona (1), sino solamente la inscripción que hay entallada en el costado derecho del cuarto toro, con buril muy profundo, y que dicho señor he leído de esta manera:

LONGINVS

PRISCO·CALA

ETIO·PATRI·F·C

La que hace relación á nuestro propósito se traslada de este modo en los MS. de Franco.

BELLVM·CAESARIS·ET PATRIAE·EX

MAGNA·PARTE·CONFECTVM·EST

SEX·ET·CN·MAG·POMPEI·FILIIS

HIC·IN·AGRO·BASSETANORVM

PROFLIGATIS

Ahora nos proponemos probar en qué época se escribió, por qué se supuso entre Cadalso y Ceberos, diócesis de Ávila, y quien pudo ser el autor de tal letrero. Observa el licenciado Franco, y con harto fundamento, cómo es que se pone en la inscripción 

  1. Está publicado en el Semanario Pintoresco Español, núm. 39, correspondiente al 25 de septiembre de 1853

primero a Sexto, siendo mayor Cneo (1). Consiste esto en que los escritores de los siglos medios tomaron un hermano por otro, y hasta atribuyeron a Cneo lo que pasó a Sexto, y al contrario (2). Y aún puede asegurarse que esta confusión se originó entonces de la depravación de los manuscritos de Paulo Orosio (3). Todo lo cual justifica concluyentemente que la inscripción no es de tiempo de romanos, sino de época mucho más moderna. La segunda prueba es la otra dificultad que indica el mismo Franco, cómo pudieron ser allí vencidos, in agro Bassetanorum, los hijos de Pompeio, cuando los campos de Ávila no podían ser de los bastitanos, sino de los vettones ó de los carpetanos. Así es la verdd, pero nótese mucho que en la antigua copia de Sepúlveda, que sin duda ha de ser la misma que trae aquel en su Demarcación de la Bética, se lee Bassetanorum y no Bastitanorum, como debiera ser si la inscripción fuera de la época romana. Bassetanorum se decía en la edad media, y hasta Xylandre puso en su versión latina de Strabon Basistanorum, en vez de Bastitanorum. Finalmente, el adverbio hic, que se emplea en la inscripción, justifica á todas luces que esta es apócrifa. Por pocos conocimientos que se tengan en epigrafía, se comprende que el que escribió hic estableció una opinión, demostrada si se quiere por su autor; pero que no se grabaron en los toros aquellos letreros en los antiguos tiempos, cuando se sabia fijamente el sitio de Munda: bastaba levantar el monumento con la inscripción en el lugar de la batalla, para perpetuar su memoria.

¿Pero por qué se supondrían allí, junto al monasterio de Guisando, y se tuvieron por grabados aquellos enigmáticos letreros? Este monasterio se halla enclavado en la diócesis de Ávila. La moderna Ávila corresponde a la Óbila, que Ptolomeo pone en la 

  1. Franco. Demarcación de la Bética Antigüa, pág. 204
  2. Así es que, el arzobispo D. Rodrigo escribe: “et Sextus filius Pompei major, fuit fugiens interfectus: Cneus cum centeno milite vix avasit. (Hist. Rom., capitulo 10, circa finem)
  3. En Paulo Orosio, de cuyas MSS. trata el Arzobispo D. Rodrigo, al hablar de los días que Cesar empleó para venir desde Roma á Sagunto, se hallaba esto tan corrupto que, Fabrició se vió precisado á restituirlo por el libro de R. Etienne, según nos dice en su nota “Haec nos ex Roberti Stephani lib. sic restituimus, cum in aliis libris e duobus fratribus Cn. Pompeius aufugisse; Sextus interfectus contra historiae veritatem legatur”. (Edit. Havercamp., pág. 425 nota 25). Y como por otros escritores no se ignoraba que el mayor fue muerto y que el menor había huido, de aquí que el buen Arzobispo, siguiendo la autoridad de los MMS. de P. Orosio, escriba que Sexto era el hijo mayor de Pompeio, y que el autor de tal inscripción ponga antes á Sexto que a Gneo.             

Lusitania; pero no faltaron escritores que, confundiéndola con la Ábula (cuyo nombre cuadraba mejor al de aquella) que el mismo Ptolomeo situa en la Bastistania de la España Tarraconense, redujeron esta Ábula, a la ciudad de Ávila, en tierras de Castilla la Vieja, cuya región se hallaba muchas leguas distante de la antigüa Bastitania Tarraconense. Y de aquí, en nuestro dictamen, por qué el autor del letrero, incurriendo en igual confusión, puso in agro Bassetanorum, cuando aquellos campos correspondían á los vetones. Hasta aquí parece comprobado parte del error; más ¿por qué se supone la batalla de Munda en los campos bastitanos? En los siglos medios sonaba el nombre de Munda, punto que era término del Obispado de Urcí, parte de cuyo territorio correspondía á la Bastitania de la Tarraconense. Y así como se confundieron regiones tan distantes, bien pudo el nombre de una Munda bastitana hacer creer á los modernos bastitanenses de Ávila, que en su región se había dado la célebre batalla. Añádase también, que la Munda celtibérica no le caia tan lejos á los de la diócesis de Ávila; pues el cerro ú hoya de Bayona se halla cerca de Toledo, y á esta ciudad se supuso en el siglo XIV que vino César para batallar contra los hijos de Pompeio. En la Crónica conocida por del Moro Rasis, trátase toda esta parte de la historia de una manera tan desfigurada, que da el nombre de Junares al padre de los Pompeios, y se cita con frecuencia á Toledo, hablando de las guerras de Julio Cesar en España, cuando nada se sabe de que hubiera estado en aquella ciudad, bien insignificante por cierto en tiempo de los romanos (1)

Muchos, siguiendo el parecer de D. Antonio Agustín, reputan esta inscripción parto de Ciriaco Anconitano, que vivió en el siglo XV (2). Pero hoy los modernos eruditos 

  1. La Copia de esta Crónica, que existe hoy en la Santa Iglesia de Toledo, es del año 1400; pero aunque la del moro Rasis sea mucho mas antigüa, lo que toca de ella á la Historia de los Romanos es sin duda interpolación y adicion del traductor portugués Gil Perez, ó quien quiera que sea, el cual debió hacer su versión á principios del siglo XIV. El ilustrado orientalista D. Pascual de Gayangos en su memoria sobre el moro Rasis, (inserta en el tomo VIII de las de la Academia de la Historia), se inclina á este dictámen. 
  2. Así lo asevera aquel eminente Arzobispo: Hinc taurorum in Bastitania adfert títulos; quos tauros vulgo de Guisando appellamus, conflictis inscriptionibus (Dialog. XI. Antiq., pág. 163, número 17), hablando de las inscripciones falsas de Ciriaco de Ancona.   

alemanes vindican su memoria, arguyendo que tales inscripciones fueron interpoladas entre las de los papeles de Ciriaco por manos extrañas. Hay más todavía; Ciriaco según conjeturó el célebre Hagenbuch, no viajó por España, y siendo esto ya una cosa demostrada desde que escribió Tiraboschi su Historia de la Literatura italiana (1) parece no debe atribuirse semejante inventiva, sino á alguno de los monjes del monaterio inmediato, para cebar tal vez la curiosidad de los viajeros, y hacer nombrados aquellos montes. Allí existen las cuevas donde se retiraron cuatro ermitaños de los que vinieron de Italia durante la centuria XIV, y se extendieron por todo el reino de Toledo, muerto el senense Fr. Tomás Sucho. Despues levantaron el monasterio de Orden gerónima en aquella misma sierra de Guisando, eregido en 1375 por Fr. Pedro Fernandez Pecha, con autoridad apostólica. Por consiguiente, es una conjetura, harto mas que probable que uno de estos ermitaños ó monjes, que habían recorrido el reino toledano, poco perito en historia, y lleno de las fábulas de su tiempo, escribió aquellos letreros en algún papel o pergamino, ó en las tablas de cera que se dicen conservadas en la hospedería del monasterio, con los cuales tanto ha dado que discurrir, lo mismo á sabios eruditos que á simples aficionados á antiguallas (2).

  1. Tirab. Hist. de la Lit. Ital., tomo VI, part. 1, pág. 163: Milan, 1824
  2. Quien desee más pormenores sobre el particular, vea las Cartas ya expresadas, que se publicaron en el Seminario Pintoresco Español en Septiembre y Octubre de 1853.